Por Carlos Balanzó
Como en los Victorinos: ¿Existe el sino trágico sobre la vida de las familias? Si uno se ajusta a la historia de los acontecimientos, bien podría afirmar que hay cierta característica que persigue el destino de algunas familias, como es el caso de los Kennedy en Estados Unidos, quienes aún siguen falleciendo en circunstancias muy parecidas.
Hace algunos años, exactamente el 14 de abril de 2017 al bajar al primer piso donde reside mi señora madre, a “degustar el tintico” observe en el piso de la cocina que mi hermana había “trapeado” y puesto en el, varias hojas de un periódico capitalino para secarlo.
El periódico en el piso da ganas de leerlo y fue así como detuve mirada sobre una trágica noticia reflejada en una de ellas: ¡Muere Diomedes Díaz! Levante la hoja del piso y me puse a repasar la noticia de lo ocurrido hace cuatro años con el Cacique de la Junta, cuando nos enteramos por mi hermana de la muerte de su hijo. Lo que nos pareció bien curioso es que mi mamá había guardado hacía varios años esos periódicos y precisamente la noticia sobre la muerte del padre la leímos en el piso el mismo día en que nos enteramos del triste fallecimiento del hijo que seguía sus pasos y había heredado el cariño que a su padre le tenía su fanaticada.
Traigo a la memoria este suceso familiar, porque precisamente hoy nos enteramos de la muerte de otro de sus hijos, nuevamente en un accidente de tránsito. Moisés Díaz chocó su vehículo contra un poste en el norte de Barranquilla…como si la muerte estuviera esperando a la vera del camino a los “Diomedes Díaz”.
La Palabra de Dios recoge un antiguo refrán hebreo. En el libro de Ezequiel 18:2, dice «Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera” Y lo utilizan los profetas para escenificar al pueblo judío acostumbrado a culpar de sus errores a las decisiones de sus padres, abuelos o gobernantes. Y es aquí donde debemos entender que cada persona es responsable de su propia vida. Según la enseñanza bíblica sobre la responsabilidad, los hombres no heredan ni la justicia ni la culpa de sus padres (Ez. 18:1-31).
Algunas personas suelen culpar a sus padres o abuelos de las desgracias y defectos que los afectan. Y esta es una forma de no asumir la responsabilidad que le corresponde como consecuencia de sus errores y pecados. “Soy así porque así me educaron” “esto lo aprendí de mi padre y de mi madre y los honro al repetirlo” Si no veo mi responsabilidad difícilmente podré aceptar mi necesidad de cambiar. Pero ojo, ante Dios no podemos afirmar lo mismo, delante de Él somos responsables del uso o no que le demos a nuestro libre albedrío, que no es otra cosa que la voluntad que debe aplicarse para cambiar el destino de la vida en cada paso que damos. Si dirijo mis pasos hacia adelante con sabiduría no habrá, obstáculo que me detenga, si por el contrario miro hacia atrás después de poner la mano en el arado, esa falta de fe hará imposible que una grúa nos remolque.
Paz en la tumba de Moisés Díaz, quien el 13 de marzo al parecer ya había tenido otro accidente de tránsito…Y los que seguimos vivos, pues aún estamos a tiempo de cambiar el destino de nuestras vidas. Si creemos que arrastramos lo que puede llamarse “maldiciones generacionales” de pecado, pobreza o enfermedad de nuestra familia, no es necesario seguir sobre llevándolas. Podemos librarnos de ellas. Recordemos que Jesucristo vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia.
Con solo hacer una oración con la fe suficiente que trascienda el límite de nuestros pensamientos, creyendo que Jesús es el hijo de Dios que vino a entregar su vida para salvarnos, podemos empezar con la guía de su Espíritu Santo un nuevo recorrido sin la dentera de “nuestros padres” es decir con un nuevo aire familiar.
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