El Golfo de Cupica, una alternativa para el puerto en Tribugá

Por Luisa María Giraldo

Una nueva zona para construir un puerto en el Pacífico colombiano sería una opción para desistir de proponer una y otra vez un megaproyecto como el que se quiere para el Golfo de Tribugá, lugar que se vería seriamente afectado desde el punto de vista ambiental y cultural.

El Golfo de Cupica –ubicado a 90 kilómetros al norte de Tribugá, al occidente de Chocó y en límites con Panamá– se ha propuesto como zona de reemplazo debido a que favorece un paso transoceánico más corto, siempre y cuando se construya el Ferrocarril Verde Urabá-Cupica, propuesto desde la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales.

Así lo propone el ingeniero civil e investigador Gonzalo Duque Escobar, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, para quien la construcción de un puerto de la magnitud pensada en Tribugá es inviable no solo porque atentaría contra la biodiversidad de la zona sino también porque acabaría con una cultura que se ha forjado durante décadas. Sin embargo, hacerlo en la bahía de Cupica traería mayor desarrollo y empleo para el país, y a la vez se convertiría en un sitio de tránsito hacia el Atlántico por el Urabá antioqueño, y viceversa.

Aunque la profesora emérita Patricia Noguera, de la UNAL Sede Manizales, está de acuerdo con que construir en un Tribugá sería un error total, considera que apostarle a Cupica tampoco es la solución, pues no es necesario tener más, sino detenerse a pensar sobre el daño ambiental causado por la capitalización de la naturaleza.

Si en algo están de acuerdo los dos profesores es en que en el Golfo de Tribugá no se puede construir porque implica un impacto que terminaría por devastar la vida en esta región, sobre todo, la biodiversidad de especies.

Para la profesora Noguera, licenciada en Filosofía y Humanidades de la Universidad Santo Tomás, ninguna opción de construcción es válida y propone que se haga un alto en el camino y se recapacite sobre obras de gran magnitud que impactaron negativamente sobre las culturas, la flora y la fauna.

En contraste, el investigador Duque señala que el Golfo de Cupica representa una oportunidad para comunidades indígenas y afrodescendientes que no han recibido nada en más de 200 años, y la clave está en no repetir la historia de Buenaventura, que representa 5,5 billones de pesos en impuestos para Colombia al año.

“En este punto existe material rocoso firme para construir, contrario al arenoso Tribugá: en Cupica uno podría pensar que lo ideal sería construir al sur de Bahía Solano, pero en Punta Aguacate, que sirve de pantalla para la dirección de la corriente oceánica, y que se vincule al municipio porque se necesita su aeropuerto”, sostiene el académico.

Se necesita una ética ambiental

“Si el país tuviera ética ambiental y sensibilidad no aceptaría la construcción de ningún puerto más en el Pacífico, pues de lo contrario esto significaría una devastación absoluta de uno de los lugares más bellos de Colombia: el Parque Nacional Natural de Utría”, cuenta la profesora Noguera, líder del Grupo Pensamiento Ambiental.

Agrega que “estos lugares deben ser respetados totalmente, así como las comunidades que los habitan y los respetan: el territorio de Tribugá está así porque ha habido respeto y hay una decencia de ese lugar por parte de comunidades. El país le sigue el juego a la capitalización de la naturaleza, mares y ríos, y todo lo que habita la tierra”.

“El país se comprometió con un organismo devastador y vendió el 40 % de su territorio a las multinacionales, irrespetando los derechos de las personas que lo habitan y de ecosistemas creados hace millones de años”, señala la docente. 

Un sueño interconectado

El investigador Duque sostiene que las comunidades sueñan con un proyecto con el que se recupere la hidrovía del Atrato, que tiene la capacidad de soportar un flujo de 150 millones de toneladas por año. También propone un ferrocarril que sea compatible con las otras líneas férreas, de modo que comunique al río con el Océano, y sin necesidad de romper la montaña.

En su concepto, todos caben y el Canal de Panamá no será competencia, pues el comercio internacional crece cada vez más y este llegará al límite, lo cual traería un crecimiento en el PIB para todo el país. Con el incremento de 5.000 toneladas de carga, el PIB de Colombia crecería en 1,2 %.

“Será un impacto en el PIB para Antioquia y el Chocó biogeográfico sin precedentes para las comunidades. Hay dos ideas con los chocoanos: sumirlos en un mundo de conservación sin desarrollo, o plantear proyectos ambientalmente soportables, sin dañar parques naturales ni humedales, sin necesidad de carretera sino línea férrea; la utilidad se traducirá en el desarrollo de la pesca en Chocó, Valle, Cauca y Nariño”, expresa el académico Duque.

Tribugá y Cupica, ¿falsa idea de desarrollo?

Para el investigador, con la propuesta de Tribugá se vendió una falsa idea de que hay vía hasta este probable futuro puerto, pues sostiene que el 80 % de la vía es una “trocha” o sin pavimentar y atraviesa muchas montañas.

Destaca además que una de las ventajas de optar por Cupica es que su construcción sería menos agresiva con el medioambiente, pues no cruzaría el Tapón del Darién, sino que comunicaría a Urabá con Vigía del Fuerte, y tampoco pasaría por los parques naturales, contrario al proyecto de Tribugá.

La construcción de un ferrocarril interoceánico permitiría unir el Pacífico con el resto del país, de modo que comunique a Cupica con el Atrato y así permitir el resurgir del puerto de La Dorada y la construcción de otros en Girardot y Neiva, y replantear los dragados, pues los sedimentos se están lanzando al borde de los ríos y estos nuevamente regresarán a los ríos.

Por su parte, la profesora Noguera sostiene que ya hay paso suficiente entre el Caribe y el Pacífico, y Cupica no es opción, según sus investigaciones: “se deben revisar los pasos que se han dado y cómo esto ha impactado en la vida de los océanos, pues con las inversiones tecnológicas y la ambición del capitalismo no se tiene en cuenta la vida”.

“El problema no es el desarrollo sino la vida, porque este va a acabar con los tejidos profundos de estos lugares que se interconectan y tienen comunicación permanente e importante. Hay muchas especies que nadan durante 6 y 8 meses para desovar, necesitan clima especial, condiciones de vida especiales y al hacer estas intervenciones no se tiene cuidado para no romper los ciclos ecológicos”, recalca la docente.

Según estudios realizados por el grupo de Pensamiento Ambiental, las ballenas yubartas llegan a estas aguas cálidas a tener sus crías, y las tortugas a poner sus huevos. Eso sin contar a alrededor de 1.200 especies de peces pequeños que además son el alimento de otros animales.

Por último, ambos sugieren que es necesario evitar que se destruya el ecosistema y la falta de agua dulce termine en el fin de la vida y de la pesca, tan vital para quienes habitan este territorio; que las obras benefician a los mismos de siempre y al resto lo sumerge en la miseria, pero no solo al ser humano, sino también la flora y la fauna, tanto marina como terrestre, y por eso sugieren revisar las grandes obras que no han hecho sino acabar con la dignidad de los ecosistemas.

Fuente: UNPeriódicoDigital

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