Indios, guaches y guarichas

Por William Delgado Gil*

Acerca de la tensión social que se vive en estas dos últimas semanas y días, donde las protestas han sido titular de los noticieros y comentarios, videos e imágenes en redes sociales, hay dos situaciones que se han llevado muchos likes y vistas: Las protestas en contra del abuso policial, tema de paso muy trillado y la otra, el espaldarazo a los indígenas de Popayán, Cauca, que tumbaron la estatua de Sebastián de Belalcázar y lo que ello significa, hechos que fue y aún es aplaudido por la mayoría de quienes viven al pendiente de las noticias, claro está.

Llama la atención, por lo que el hecho significa, para las comunidades nativas , “mamados” hasta los tuétanos, decidieron linchar el famoso monumento. Pero, un momento… En redes sociales han circulado varios post, memes, historias acerca de quién era el fulano español que fundó Popayán, Cali, Quito y Guayaquil, Ecuador.

Muy galante y elocuente ha sido la historia con este “prócer”, pero y como escribiera José Saramago, Nunca nos contaron la versión de los “indios”. Qué tal si la historia de la conquista y fundación de muchas de las ciudades, nos la hubieran contado ellos. Desde su punto de vista. Desde lo que vieron, vivieron y sintieron.

Cuando aquí llegó Colón y cuando a Brasil, a lo que después se llamó Brasil, llegó Pedro Álvares Cabral, encontraron gente y culturas, algunas de ellas muy avanzadas. Había idiomas, había literatura, aunque en algunos casos solo se expresara oralmente, pero el cuento, aún no escrito, es ya una manifestación literaria, escribe Saramago. También había agricultura y hasta astronomía.

A los indios, nativos y aborígenes de todo el continente, que se vieron obligados a algo que ellos no conocían: la imposición drástica de gente extraña, no les quedaron más que dos alternativas: desaparecer, es decir, morir o adoptar la “nueva cultura”.

Pero y ¿por qué el indio, dueño de la tierra, se convirtió en esclavo? ¿Cómo la tierra pasó de unas manos a otras? Sabemos que los norteamericanos para resolver eso encerraron a los pieles rojas a reservas. Que es otra forma de acabar con el problema, reservas para ser olvidadas. Pero los nosotros, todos los colombianos, con muy pocas excepciones, somos descendientes de todos esos “indios”.

Lamentablemente eso se nos olvida, o preferimos ignorarlo, porque hasta nos avergüenza, en vez de sentirnos orgullosos de que por nuestras venas corre sangre aborigen. Sigamos recordando, que esos pueblos llevan cinco siglos de humillación, sigo citando a Saramago. Les robaron sus idiomas, les robaron sus creencias, les robaron su tierra, les robaron sus dioses. Les robaron todo.

Aquí no hubo ningún encuentro de civilizaciones, los indios de ninguna parte se metieron en sus barcos, en sus canoas para cruzar el Atlántico y, por una casualidad extraordinaria, encontrarse en su ruta a Colón o Américo Vespucio. Aquí llegaron las las carabelas que traían, entre otros, a dos personajes importantísimos: el fraile y el soldado. El fraile ponía el pie en tierra y decía: «Vuestros dioses son falsos. Yo traigo conmigo el verdadero Dios».

Y cuando el monje decía “traigo al verdadero Dios”, el soldado ya estaba preparando el arma, y plantando el estandarte o la bandera de conquista. Luego, estaba el recaudador y el mercader: ellos no se exponían, pero eran los que contaban, o pesaban el oro, gemas, piedras preciosas, riquezas. ¿Dónde está el encuentro?

Se nos ha olvidado el indio. Y eso es grave. Es grave porque, si se nos olvida una vez, podemos corregirlo, pero si se olvida una vez y dos veces y tres veces, porque los indios han sido olvidados todos los días que empezaron en el 1500, hasta el día de hoy, entonces la caso va mal, muy mal, es como si no hubiéramos avanzado en derecho internacional, como si no se hubiera abolido la esclavitud, al menos legalmente.

Una América que recuperase su identidad, decía el premio Nobel, primera en la figura de esos indios, de esas personas, sería seguramente distinta. Está faltando el indio. Pero han sido excluidos y segregados desde hace 500 años. Tienen una oportunidad ahora, una doble oportunidad: ayudarlos a salvar del exterminio, a salvar algo más preciado que una estatua: la propia dignidad de ciudadanos que no transigen con la barbarie heredada.

Los nativos, no conocían más que el trabajo, valores familiares, y no tienen nada que mirar o envidiar a países de Europa o a EEUU, que siendo América, tiene otra tradición y otros valores. La identidad de América del Sur tiene que pasar por aportar, por la recuperación del otro, del indio.  Aquí nunca se dijo que el mejor indio era el indio muerto, aunque se le matara.  Nos quedan unas cuantas palabras, vocablos cuyo significado, hoy por hoy lo usamos, -sin saber, de manera despectiva, y cito sólo dos ejemplos:

Cuando escuchas la palabra “Guaricha”, en qué piensas. Una mujer de dudosa reputación, tal vez… Pues era la hija del cacique. Es decir, significa “Princesa”. O “Guache”, Un hombre basto, rudo, ordinario, ¿tal vez?, Pues era el cazador, guerrero protector y juez. Es lengua Muisca, y en otras lenguas nativas, se han encontrado, con vocablos distintos, igual significado. Pero hoy se usa de manera peyorativa.

Por “dignidad”, deberíamos ir y mirar la historia de nuestros ancestros, y descubriremos que somos descendientes de miles de nativos a quienes los conquistadores, sometieron a la humillación al indio, a lo largo del tiempo, ha sido una vergüenza. No solo aplaudir el acto de valentía de las comunidades que tumbaron a Belalcázar, sino acompañar y ser partícipe de todo lo que significa.

No nos quedemos dormidos, como escribe la autora mexicana Rosario Castellanos en su libro “Ciudad real”, donde narra cómo la gente de San Cristóbal, o sea, de Ciudad Real, vivía sin darse cuenta de lo que estaba pasando, creía que ese era el orden natural de las cosas, la voluntad del Dios de todos, pero, como siempre ocurre, cuando se es Dios de todos, se es más Dios de unos que de otros. Y era el Dios de los ricos, sobre todo y como siempre.

La historia siempre la escriben los vencedores. Imaginen como sería la historia de América, de esta Nuestra América, escrita por los indígenas, por los indios ¿Cómo sería? Cinco siglos después quizá ya sea el momento de volver al sentido común. O de imponerlo, frente a los intereses que no están llamados para ser árbitros de nada, después de haber sido parte abusiva de todo. Es la hora de que veamos la otra cara de la moneda.

*Periodista, por cerca de 30 años. Ha logrado varios reconocimientos a nivel local – Bogotá, Nacional e internacional.

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