La rebelión de Facebook (y de la élite global)

Por Instituto Samuel Robinson

El gigante tecnológico de Silicon Valley dirigido por el multimillonario estadounidense Mark Zuckerberg continúa erigiéndose como el aparato de censura política más poderoso que ha conocido la humanidad. Su último desafío al Estado-nación, en tanto institución social, ha llegado a Venezuela en un momento crítico de la pandemia por covid-19.

Contexto: Durante las reñidas elecciones presidenciales en EE.UU. el año pasado, podría decirse que Facebook y otras plataformas de Silicon Valley traspasaron una línea roja al bloquear y eliminar posteriormente las cuentas del presidente (en aquel momento, todavía en funciones) Donald Trump.

¿Novedad?: Ciertamente las prácticas de censura de Facebook vienen aplicándose desde hace tiempo contra medios rusos, venezolanos e iraníes con el objetivo de dominar los flujos de información acorde a la narrativa occidental, sin embargo, el disparo a la visibilidad de Trump en dichas plataformas implicó un punto de giro: las instituciones políticas y judiciales del imperio no pudieron hacer prácticamente nada contra la decisión de una red de empresas opera dentro de la geografía estadounidense. Paradójico, ¿no?

Lo simbólico: Aunque la institución presidencial norteamericana ha perdido su “brillo” y cedido su autonomía a las redes de poder de las corporaciones privadas, el hecho ciertamente fue muy simbólico: una empresa privada, alegando razones de “condiciones de uso”, censuró al “presidente más poderoso del planeta”, como solía decirse hace décadas. En concreto, Trump fue despojado de su investidura, mediáticamente hablando, y al mismo tiempo fue equiparado a un ciudadano común que ha violado reglas privadas de las plataformas.

Probando las balas: Luego de cerrar las cuentas de Trump por denunciar un supuesto “fraude electoral” que le dio el triunfo a Joe Biden, Facebook parece tomar un nuevo impulso de autoconfianza. En esa línea, la plataforma congeló la cuenta del presidente Nicolás Maduro por 30 días, alegando que la divulgación del fármaco venezolano Carvativir, violaba “su política contra la desinformación acerca de la covid-19”, aun cuando no hubo tal desinformación. El mandatario venezolano rechazó la acción, afirmando que la “El mundo tiene que reflexionar sobre los abusos de las redes sociales”.

Efectos: La censura de Facebook a la cuenta del jefe del Estado ha borrado del registro de la plataforma, según indicó Maduro, todos los videos que hacían referencia al fármaco. En consecuencia, resulta afectada la visibilidad y difusión del Carvativir y, lo que es más importante, su credibilidad como un medicamento útil para combatir la pandemia, justo cuando existe un rebrote de casos y fallecidos a causa de las variantes brasileñas que han ingresado a territorio venezolano.
Consecuencias: Por la restricción, Maduro no podrá publicar mensajes nuevos en una plataforma que abarca un amplio espectro de consumidores a nivel nacional, y que se ha vuelto cada vez más estratégico para el tránsito de la información ante el declive de otros medios tradicionales como la televisión o la prensa escrita.

Por qué es importante: Las prácticas de censura de Facebook ejemplifican la rebelión de las élites occidentales frente al Estado, su ordenamiento jurídico y su prestigio institucional, considerados como obstáculos no solo para su acumulación de ganancias sino para la instauración de un nuevo orden global donde puedan controlar los límites entre lo verdadero y lo falso a partir de operaciones algorítmicas, configurando así una sociedad de esclavos consumidores. En ese orden social planteado, la figura presidencial de un país representaría un algoritmo más, y la posibilidad de difundir un fármaco que puede salvar la vida de miles, una “violación a condiciones de uso” definidas desde EE.UU.

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