Por Luis Fernando Gutiérrez Bohórquez
En la actualidad, disfrutamos de los grandes avances de la ciencia como el internet, la automatización, la electrónica, la nanotecnología y somos testigos oculares de la importancia de la labor científica para el desarrollo humano y la conservación del planeta. Sin embargo, nada de esto ha podido borrar la espiritualidad de nuestro ser; hoy quiero reflexionar un poco sobre el tema de la salud espiritual.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) describe a la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Pensando en este concepto me doy cuenta que no se menciona para nada la naturaleza espiritual del ser humano, tal vez porque la espiritualidad es intangible, no la podemos tocar o medir con instrumentos, muchos la asocian con algo emocional o mental del ser humano; y esto no es erróneo porque nuestra naturaleza espiritual se relaciona con todo nuestro ser.
Muchos de nuestros vacíos no se llenan con cosas materiales, con razonamientos o actividades intelectuales, ni tampoco con conciertos, fiestas, cine, alcohol, drogas, etc. Creo que esos vacíos tienen nombre propio: la ausencia de Dios, parte de nuestro bienestar es tener una comunicación real con Dios, relacionarnos con Dios.
«No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.» Filipenses 4:6-7: Biblia Nueva Versión Internacional
Para que tengamos una salud espiritual es necesario practicar la oración. La oración es hablar a Dios, pero no es un hablar profano e irrespetuoso como muchas veces sucede con un amigo, es un hablar reverente hacia Dios, es poder confesarme en su presencia, abrirle mi corazón, exponerle mis culpas, mis frustraciones no con el ánimo de reclamar nada, tan solo desahogarme en su presencia; entonces Dios quien es Espíritu refresca este mismo y nos fortalece, consuela y nos lleva a comprender un poquito más quién es Él, que hacemos aquí. La oración no podemos encapsularla en un sistema, en un libro, es algo que tenemos que practicar no una vez, ni dos veces, debe ser un continuo vivir para poder experimentar los beneficios de la salud espiritual.
Cuando tenemos salud espiritual, todo nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra relación con los demás quedan impregnados de esa misma salud espiritual y contribuye a cambios significativos, positivos para mí y los que me rodean.