Rawls: sí y no

Por Andrés Molina Ochoa* (Phd)

 @andresmolinaoch

En un artículo reciente publicado en el portal La Silla Vacía, la profesora de la Universidad de los Andres, Julieta Lemaitre sostiene que, “la mejor forma de votar el plebiscito a conciencia es detrás de un velo de ignorancia, como el propuesto por John Rawls para definir el contenido de la Justicia.” La razón que da para adoptar la perspectiva del célebre filósofo estadounidense es que si decidimos según nuestras perspectivas; es decir, si no adoptamos el velo de ignorancia sugerido por ella, podríamos caer en la tentación de igualar el voto, “de una señora burguesa a quién le ofende profundamente imaginar a Iván Márquez sentado en el Congreso, [al] de una señora indígena que no ha podido regresar a su charca por los campos minados.”

El experimento mental sugerido es llamativo y, sin lugar a dudas, contribuye al reflexivo y a pesar de todo serenado diálogo que debemos tener los colombianos sobre el plebiscito acerca de los acuerdos de La Habana. No obstante, la interesante propuesta de la profesora Lemaitre, como pasaré a argumentar, contradice la obra de Rawls, permite respuestas diferentes a la que ella sugiere y es un pobre mecanismo de decisión respecto de los pactos acordados en La Habana.

Afirmo que contradice la obra de Rawls, porque la posición originaria fue diseñada para escoger los principios generales que determinarían la distribución de recursos y derechos en una sociedad, no para tomar decisiones puntuales, mucho menos cuando elementos tan complicados como atroces crímenes y prolongadas guerras están de por medio. De hecho, para Rawls, los principios de justicia elegidos en la posición originaria deben contrastarse con las políticas públicas, en un proceso de cuatro etapas, descritos en el capítulo 31 de Una teoría de la Justicia, en el que cada vez el velo de ignorancia que nos impide ver nuestra posición en la sociedad se va descubriendo. Por lo demás, sería muy ingenua, por decir lo menos, una teoría que al momento de tomar decisiones respecto a temas de derecho penal, por sólo mencionar uno de los temas que se refrendarán en el plebiscito, exigiera que nos olvidáramos de la historia y el mérito individual de las personas, tal como sucede en la posición originaria rawlsiana.

Ahora bien, es posible argumentar, quizás con razón, que lo importante no es ser fiel a la obra de Rawls, sino utilizar lo mejor de ella para interpretar la difícil realidad colombiana. Aun así, creo yo, el experimento sugerido por la profesora Lemaitre no arroja los resultados que ella espera. Afirmar que uno votaría al sí desde una posición originaria depende, sin lugar a dudas, de la pregunta elegida. Si en lugar de cuestionarnos, como propone Lemaitre: “¿Si al día siguiente de votar, usted pudiera amanecer siendo cualquier otro colombiano, cómo votaría el 2 de octubre?”, nos preguntamos, “¿Si usted no sabe quién va a ser luego de votar, usted elegiría un acuerdo que permite que quienes participaron en delitos atroces hagan parte del cuerpo colegiado que creará las leyes básicas de su Estado?, quizás la respuesta sea distinta. El resultado del experimento propuesto, en conclusión, varía según el tipo de pregunta que se escoja. En términos lógicos, ofrece resultados contradictorios.

Aún más, incluso si aceptamos la pregunta de la profesora Lemaitre, nuestra respuesta puede ser diferente. Rawls sugiere escoger los principios de la justicia según la regla del minimax, según la cual uno debe elegir siempre de forma que se evite el peor escenario posible. Si yo no sé quién seré después del plebiscito y mis opciones son continuar en esta guerra o vivir en un país estilo Venezuela, quizás opte por votar No en el plebiscito. Al fin y al cabo, los niveles de violencia del vecino país superan al nuestro. Claro, el escenario de un gobierno a lo Maduro en nuestro país es poco probable, pero la fórmula Rawlsiana exige imaginar el peor escenario posible, así uno considere que es difícil que acontezca.

El resultado del experimento mental, además, también cambia dependiendo de la víctima que se elija al momento de formular la pregunta. Si en lugar de la indígena del ejercicio, escogemos a una persona cuyos hijos fueron secuestrados por las FARC, su esposa violada, quizás concluyamos que lo mejor sea votar No en el plebiscito.

Este último problema nos lleva a lo que me parece más interesante y más problemático de la propuesta de la profesora Lemaitre. Es importante, como señala la autora, reconocer las diferentes perspectivas que hacen parte del conflicto. En ese sentido, pensar el plebiscito desde la perspectiva de una indígena es un experimento que puede dar más luces a la elección que se avecina. No obstante, como proceso para tomar la decisión última, no deja de ser un pobre mecanismo.

Es cierto que es importante ampliar nuestra perspectiva para tomar una decisión correcta, pero eso no implica un velo de ignorancia, como sugiere Rawls. Hacerlo sería dejar de lado la historia del conflicto, las oportunidades y peligros que vendrán con la paz, la estructura jurídica del Estado, elementos, sin duda, necesarios al momento de saber qué hacer en el caso del plebiscito. Ésta es una decisión histórica, no una sobre abstractos principios de ética política. La elección debe hacerse, por esta razón, con los ojos bien abiertos.

*Ha sido profesor de la Universidad de Binghamton y la Universidad de Baltimore, así como del John Jay College of Criminal Justice.

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