¿Se arrepiente, siendo de izquierda, de haber votado por Hugo Chávez? Entrevista a Gusmar Sosa, emigrante venezolano

Entrevista a Gusmar Sosa, emigrante venezolano

El escritor Gusmar Sosa se ha consagrado como toda una revelación en el mundo de la narrativa de cuentos y novelas para hispanoamérica. Sus letras han recorrido el largo y el ancho del territorio latino, además del ibérico. Ha sido digno merecedor de varios premios y reconocimientos literarios por sus obras, entre las cuales se encuentra una novela publicada y participación en varios libros más con cuentos cortos, relatos y ficciones.

Este joven autor de origen venezolano y orgullo de su tierra por sus logros literarios, es también víctima de la difícil situación económica y política que afrenta su tierra natal. Esta crisis, no ha respetado posición social ni competencias académicas o profesionales de los ciudadanos del hermano país; y sus tentáculos han alcanzado con devastación a todos por igual. Algunos siguen resistiendo. Otros, como Gusmar, han tenido que abandonar la tierra de los vio nacer, para así, tratar de escampar de la tormenta que los ha dejado en la ruina económica, pero sobre todo, la moral.

En medio de su paso por la fría Bogotá, hablé con él en una de las charlas más difíciles y profundas que he tenido hasta la fecha. Una, que quiero compartir con ustedes, en donde, casi sin éxito, logro esculcar algunos de sus pensamientos sobre el Socialismo del Siglo XXI, su tendencia de izquierda y la decepción que presupone esta posición frente a lo que ocurre en Venezuela. Pero con un plus, el inesperado giro de su esperanza con lo que pueda llegar a pasar con Colombia si sigue la linea del hermano país.

Desde hace años le he conocido su tendencia socialista, ¿No se arrepiente de ello?

Más que socialista soy izquierdista, y como buen izquierdista siempre estoy del lado contrario del poder. La izquierda no busca tal poder para sí; o, debo decir, la izquierda que no existe ya, pues apenas se ha institucionalizado, su ambición es el poder. Sin embargo, es necesario no confundir el poder como un canal, con el poder como un último fin. Pero volviendo a la pregunta, de ser de izquierda no me arrepiento, de ser víctima de la seducción socialista, del socialismo como doctrina política cuyo fin es el bien común, tampoco me arrepiento; pero debo confesar que sí me arrepiento de ser tan inocente al participar en los eventos políticos como votaciones y creer que quien dice “socialismo”, dice izquierda y quien dice “izquierda”, es verdaderamente zurdo.

¿Es decir que el gobierno de Venezuela no es de izquierda?

Exacto. Ni su discurso, ni su práctica lo son. Se montan sobre figuras que representaron a la izquierda, pero no respetan la memoria de ellos. El Gobierno actual de Venezuela no es de izquierda, no es comunista, no es socialista. Tampoco es de derecha, es un engendro de ocasión, es la consecuencia de errores que a su vez es la consecuencia de la ambición personal. Sé que decir “narco” ante ciudadanos colombianos es pronunciar una figura fuerte, pero debo manifestar que el gobierno actual es solo la consecuencia de permitir que narcos lleguen al poder.

¿Por qué lo digo? Porque, ¿Qué narcotraficante sobrepone el bienestar común ante su ambición personal? En Venezuela la cúpula política oficialista se ha enriquecido durante casi 20 años y no le basta. Y no son capaces si quiera de restituir en mediana medida el daño que han causado durante el enriquecimiento. Lo peor es que no solo se trafica droga, sino que el mismo modelo de narcotráfico y los mismos canales han servido para lo propio con los alimentos, los dólares, los repuestos de autos, etc.

Entonces, ¿Cómo podríamos si quiera pensar que un modelo político, comandado por semejantes personajes, que sacrifica el bienestar común por el enriquecimiento ilícito y personal puede catalogarse de izquierda?

¿Así mismo lo pensó Hugo Chávez?

Esa es una pregunta difícil de responder; saber qué pensó o no Chávez, es misión imposible (risas). Sin embargo, se puede analizar su discurso y sus actos. En mi memoria siempre se enciende uno de sus programas de los domingos, cuando se entera en plena transmisión que una obra urbana no se había comenzado y que ya el presupuesto se había aprobado. No solo eso, durante la transmisión alguien le habló de números y entonces su reacción inmediata fue un llamado de atención fuerte, muy fuerte, hacia Diosdado Cabello.

La escena se repitió en muchas ocasiones, en las que arremetió en vivo y sin pudor contra sus ministros. Todo esto indica, tal vez sigo pecando de inocente, que el difunto si bien tenía ambiciones personales que originaron la debacle que sufre hoy el pueblo venezolano, también era un romántico izquierdista, pero hijo de su tiempo. ¿Me explico? Chávez asciende en medio de un resentimiento social de escala nacional, toma el poder gracias a un discurso izquierdista, uno que no fue suyo, sino de un pueblo indignado, pero que no supo capitalizar aquella indignación y convertirla en un plan estratégico, en una visión integral. Chávez es la materialización de ese pueblo resentido, con una oportunidad de cambiarlo todo pero con ganas de la revancha. A todo esto se suma la necesidad de reaccionar, y entonces se convirtió, de una oportunidad para construir un nuevo camino, en esto que ya no es Venezuela.

No sé si Chávez visionó y forjó con toda intención el camino para que este engendro político se apoderase del país, no sé siquiera si esto era lo que se proponía protagonizar de haber sobrevivido, ¿Me repites la pregunta? (Risas).

Si es que el proyecto político de Chavez hubiera sido desde el principio traer a Venezuela hasta aquí, ya sabemos el desenlace. Pero si ese no hubiera sido el caso, ¿Qué salió mal?

Bien, juguemos con tus reglas. Supongamos que Chávez fue un santo, un Cristo que quiso el bien para todos y lo intentó pese a los fariseos, que terminaron crucificándolo en Cuba, ¿Sí está bien planteada la ficción? Bien, el momento cumbre, el clímax que vino a plantear la problemática del cuento y que exige un desenlace crucial, es, precisamente, su ambición personal.

Chávez está en el Getsemaní, y levanta la cabeza para buscar al padre, y confiesa que la cruz es difícil de llevar, que la copa es amarga. Presiente la muerte una noche antes de su operación. Sale en cadena nacional. A su lado está Judas Maduro, y a su otro lado, uno peor que Judas, Diosdado. Risas.

Pero el Maduro es más fácil de manipular. Chávez no estuvo dispuesto a beber del trago amargo, sino que quiso asegurarse de que al volver de la operación, débil y casi incapacitado, pudiese todavía gobernar mediante la figura de alguien como Maduro. Pero sigamos jugando, digamos que su interés en poner a Maduro como la cabeza del proyecto político, siendo fácil de manipular por él, respondía a que deseaba ardientemente la continuidad de su proyecto social. Todavía así no deja de ser su error. Ahora, la gran pregunta es, ¿De haber sobrevivido a la muerte, gobernando a través de la figura de Maduro, todo el panorama actual sería otro? ¿Ah? ¿Que yo soy el entrevistado y no el entrevistador?

¿O sea que el proyecto de Chávez estaba condenado al fracaso desde el principio?

Me siento incómodo narrando en tercera persona y ser un narrador omnisciente por cosas como estas. Es difícil predecir lo que ni siquiera es posible medir. Pero no hay proyecto político exitoso, no en Latinoamérica, no tenemos antecedentes que apunten ante la posibilidad del éxito en materia política, no contamos con modelos perfectamente capitalistas o perfectamente socialistas, no sé si me explico completamente.

Si el capitalismo se instala en un país como Venezuela, fracasa. Con el socialismo, comunismo, marxismo, ocurrirá siempre lo mismo. Venezuela, políticamente, es tierra mala, y me atrevo a decir que Latinoamérica completa lo es. Pero sí, hablemos del proyecto Chávez, del socialismo del siglo XXI: Sí, estaba destinado al fracaso. En primer lugar, al difunto proclamado Supremo, Eterno, Universal y el novio de la madrina, se le olvidó que el juicio comienza por casa. Quiso echar las raíces de un movimiento de escala internacional, un modelo ambicioso, que quizás de haber sido fructífero habría originado cambios generales que obligasen un cambio de cultura política. Ese modelo pudo ser un instrumento a favor, así como también toda una novedosa forma de hacer capitalismo en contra de los monstruos de siempre. Se le olvidó comenzar por casa, descuidó a su pareja e hijos, a su patria. Quizás pensó que el tiempo estaría a su favor y se le olvidó la fragancia de la muerte, que lo bautizaría no mucho tiempo después de sus esfuerzos. Fracasó a nivel internacional, pues los instrumentos que forjó hoy son canales para el enriquecimiento de delincuentes políticos, fracasó aún más a nivel nacional. Así que evidentemente estuvo destinado al fracaso, pues es lo que sucedió, su proyecto condenado. Me duele sonar como calvinista.

Usted está hablando con mucha metáforas, ¿Qué quiere decir todo eso en plata franca?

Ya veo que quieres arrinconarme. Mira, Venezuela actualmente es un tema que duele. No es fácil hablar del país sin sentir que el corazón se agita. La situación que se vive hoy es consecuencia directa de un solo hombre: Hugo Rafael Chávez Frías. Él tuvo la oportunidad, y con ello la responsabilidad de forjar un futuro distinto a aquel que condenó con sus palabras. No lo hizo. ¿Es culpable? Sí. ¿Es el único culpable? No.

¿Habría sido diferente si en vez de Chávez hubiera sido Claudio Fermín, El Tigre, Oswaldo Álvarez Paz o Irene Saenz? Creo que no. Creo que lo que se ha vivido en casi dos décadas ha sido un contrato firmado por el pueblo, y todo aquel candidato que hubiera surgido de entre el pueblo, nos habría traído hasta aquí. ¿A esta realidad tan infernal? No lo sé si tanto como ahora, pero hoy no podemos condenar a quienes no se materializaron en el poder. Hoy los acusados son Chávez y Maduro y todos los nombres que les rodean.

¿Cómo le dices a un niño de ocho años que no ha almorzado a esta hora, que la situación sería distinta si...? ¿Cómo le dices a tantos padres hoy lejos de sus hijos que la situación sería distinta si…? Hoy hay una responsabilidad, estamos a menos de dos meses de unas supuestas elecciones, con una oposición que se rinde antes de intentar, basada en argumentos tan basura como lo son los argumentos que sostiene el actual gobierno para justificar o maquillar su maldad. Lo que quiero decir con todo esto es que los nombres detrás de esta crisis ya no importan, o sí importan, pero que en vez de buscar más revanchas nos toca hacer un stop, planificar un cambio y comenzar a actuar.

Este año, que estúpidamente es electoral en mi país, tampoco será el año de la salida o del comienzo de un nueva nueva nación, no lo será. ¿Por qué? Porque nos hemos pasado los últimos años maldiciendo a Maduro, a Chávez, a Diosdado y a toda una cúpula, mientras ellos, a excepción del muerto, han sabido profundizar todavía más las raíces de una revolución cuyo único mérito es el enriquecimiento de unos pocos.

Es cierto que hay que apuntar los nombres de los culpables, que hay que escribir la historia para no repetirla, pero no seamos pendejos, tampoco se nos puede pasar la vida en eso, pues, mientras tanto qué estamos construyendo, mientras tanto qué opciones hemos forjado. Una oposición tan mediocre como farsante y ambicioso el oficialismo.

¿No se trata entonces de entender el pasado para no repetir el futuro? Los lectores querrán saber qué pasó en Venezuela

Claro, leer el pasado siempre será fructífero cuando la intención es aprender. Por ejemplo, hay puntos en las dos últimas décadas de Venezuela que son cumbres, y sobretodo en el proyecto llamado bolivariano, que es una tesis del socialismo del siglo XXI, la doctrina chavista. Esta doctrina es forjada como respuesta ante amenazas.

Por allí por el 2002 hubo un paro que lo cambió todo. Se especula que fue un teatro montado, pero es difícil creerlo. Lo que yo pienso es que sí se trató de un movimiento preventivo. La oposición quiso replicar un método, llamó al paro con la intención de prevenir ciertas medidas no tradicionales ante la forma como se hacía política hasta entonces. El paro fue un éxito, lo que habla del descontento del pueblo. Pero este éxito no fue capitalizado efectivamente, sino que sirvió como escenario para que se llevasen a cabo los despidos televisados y anunciados directamente por Chávez, ¿Cómo es que un presidente podía despedir a través de un programa de televisión a trabajadores de PDVSA? Las cosas han cambiado tanto, que la generación actual le preguntarían a usted más bien, ¿Cómo es que un presidente podría no hacer despidos?

Y bueno, PDVSA pasó a ser “de todos”, lo que es igual a “de algunos”. Se abrieron las puertas de la mayor industria del país, se le dio soberanía al pueblo, no se les educó, aunque sí se abrieron programas de capacitación para que el barrio pudiese cumplir con un curso de seis meses, las operaciones que hasta entonces cumplían ingenieros que pasaron media vida estudiando. Pero eso era revolución, soberanía, igualdad. Lo que sucedió fue que la industria se convirtió en el patio de todo el mundo, y cada quien tomaba lo que necesitaba, bien fuera contratos a favor de familiares en el caso de las nóminas mayores, o robaban repuestos para vender en el caso de los obreros. PDVSA ahora sí es de todos, cada uno tomó su parte y quebró la empresa, hoy ya no queda nada.

¿Qué nos enseña esto? Que las medidas populistas jamás serán efectivas. Si quieren aprender del pasado y de nuestra triste realidad, pues tomen nota. Aunque actualmente a mi país no le sirva de nada la lectura, pero países como Colombia (y en año electoral, por cierto) quizás puedan servirse de nuestra desgracia. La ley en Venezuela protege al ladrón, es un país de malandros, pro-malandros. Por eso quienes roban dentro de la industria, lejos de ser aleccionados, son protegidos. No es fácil despedir a un obrero en el sector público si grita consignas a favor del gobierno, las leyes que procuraban proteger a los trabajadores de la mano injusta oligarca, se han venido en contra de la misma situación.

Hace una semana leí que a Freddy Bernal se le aplicará todo el peso de la ley porque se descubrió que ha desviado alimentos de las famosas bolsas del CLAP. Para que Maduro hiciera esa declaración, tuvo que haber sucedido algo más grave, algo que amenaza su bienestar o el de alguno de sus secuaces, que lo motivara a denunciar a alguien que ha estado robando frente a ellos, desde siempre.

Entonces, si bien al país, a Venezuela, actualmente no le sirve de nada esta lectura, pues lo que necesita en este momento es una salida, es tomar acción para causar una ruptura en esta cronología. También es cierto que a otros países latinos les serviría mucho mirar lo que ha sucedido en mi país desde un ángulo más allá de la lástima, del consuelo o del miedo.

Hay gente de izquierda y socialista que sostiene que la debacle, tanto de Cuba como de Venezuela no es culpa del gobierno, sino de medidas reaccionarias como el bloqueo en el caso del primero y complots económicos de la clase oligarca en el segundo

Pues sí, el fanatismo ciega. El gobierno es culpable, el bloqueo es reciente y el hambre ya estaba matando gente. Antes del bloqueo ya no se podía caminar por las calles de Venezuela sin arriesgarte a un atraco o asesinato, ya la gente veía toda la crisis como algo normal, como que en cualquier país del mundo se vive así.

En cuanto a los complots económicos de la clase oligarca, la respuesta más lógica es una pregunta; ¿No sería igualmente culpable un sistema político y un gobierno con 20 años en el poder por no haber podido neutralizar tal complot en dos décadas? Si de algo es culpable la oligarquía, es de no haber tumbado a este gobierno teniendo los recursos para hacerlo incluso mediante medidas violentas e irreversibles.

Perdón por insistir y ser reiterativo, pero desde afuera la lectura que hay en algunos sectores es que Chávez fue bueno, bueno y Maduro, ‘burro, burro’

Chávez favoreció a mucha gente que jamás había recibido favores de ningún gobierno. Yo fui testigo de cómo algunos barrios tomaron mejor forma, de cómo algunos jóvenes obtuvieron recursos y oportunidades. Sin embargo, si algo ha mostrado la historia es que bueno, bueno, no fue. Bajo su mandato, sin embargo, la educación pública sí alcanzó un mejor nivel, a costo de adoctrinamiento. También se abrieron ambulatorios médicos en zonas rurales y barrios para dar mejor acceso a la salud gratuita a costo de adoctrinamiento. Sí, hubo mucha gestión positiva.

En cuanto a Maduro, burro, burro, burro; no es. Fue la imagen que vendió durante su campaña y su primer año de mandato, pero ha resultado astuto, diabolicamente astuto. Hay quienes sostienen que es un títere, pero si lo es, no es burro. Pues ser un títere, en caso de que así sea, le ha servido para continuar enriqueciéndose, ser figura de poder y redimir su culpa bajo su embestidura de títere. Pero no lo es. Ha sido inteligente para imponer su voluntad a un pueblo que no lo quiere. Ha generado las condiciones para manipular inteligentemente a una nación que en otros tiempos fue protagonista del Caracazo. ¿Cómo se justifica que un pueblo que abiertamente no está contento con la gestión de Maduro todavía no haya sitiado Miraflores?

Su inteligencia ha propiciado una crisis que solo él puede calmar por períodos y escasos días, para luego permitir que se incremente más y así mantener un ciclo malévolo que lo ha mantenido blindado en el poder. En Venezuela ocurren cosas que fuera del país ni se sospechan, y son producto de la maldad e inteligencia de un gobierno como el de Maduro.

En las pasadas elecciones de gobernadores y alcaldes se implementó con más fuerza el voto asistido, por ejemplo. Esto es un recurso ilegal. Consistió en que los empleados públicos debían ir a las urnas acompañados por un supervisor. Este supervisor asignado por las entidades del Estado, por supuesto que se beneficia de bonos ocasionales, así que le interesa que los empleados voten por el gobierno para así poder preservar su derecho a bonos. Un empleado público, como una maestra, podía negarse y argumentar que el voto es secreto y es ilegal el voto asistido, pero al día siguiente ya no era parte de la nómina y perdía su empleo. No estoy hablando de rumores, estoy hablando de casos cercanos, muy cercanos. De amigos, de familiares. ¿Crees que ese tipo de medida podría ser implementada por un burro?

En Venezuela implementan el CLAP, que son Comités Locales de Abastecimiento y Producción. Es decir, abastos del gobierno donde las comunidades consiguen comida a precios regulados, más baratos. A Maduro y su gente les parece mejor soltar cada mes una cajita con alimentos a costos subsidiados, que restaurar la producción en el país y estimular la inversión ofreciendo garantías, ¿Por qué? Porque así ellos controlan la alimentación del pueblo.

Sucede que si en tu comunidad es sabido que no apoyas el proceso, no recibes los alimentos a precios regulados y esa caja que en teoría llega cada quince días, y en práctica supuestamente una vez al mes, se desaparece a veces por dos meses, y cuando ya las comunidades están saliendo a protestar, cuando ya el hambre es insoportable, aparece el gobierno con las cajas del CLAP, como salvadores. Esto es solo una arista de toda la estrategia diabólicamente inteligente del gobierno de Maduro, ¿Burro?

Volviendo a su referencia sobre el fracaso de los gobiernos en latinoamérica, específicamente de izquierda; ¿Pasa lo mismo en Uruguay, Bolivia y Ecuador?

Uruguay es uno de esos casos extraños, que por extraños son preciosos. El diario el país lo llamó recientemente un discreto milagro. Creo que el detalle está en que se forjó una izquierda no centrada en un nombre, aun cuando Pepé Mujica ha pasado a la historia como uno de los elementos determinantes.

En cuanto a Bolivia, no es la sociedad ideal, no tiene la economía ideal y Evo apenas si respira. Respecto a Ecuador, nunca me ha parecido un país de izquierda. Creo que Correa solo fue un hombre muy inteligente, que se sirvió en su tiempo, que cumplió sus caprichos y se retiró. A Lenín Moreno no me ha dado tiempo de seguirle las pisadas, pues en los últimos meses he estado detrás de las mías en mi calidad de emigrante.

¿Existe un peligro real en Colombia, que si se elige un gobierno de izquierda tenga la suerte o termine pareciéndose a lo que es hoy Venezuela?

Esa es una pregunta muy interesante, sobre todo en este contexto colombiano. Sé que la derecha acá está usando a Venezuela para espantar a la sociedad, para decirles “esto es lo que ocurriría si no votan por nosotros”. Creo que hay que analizar mucho los elementos que intervienen en la política colombiana. El peligro no está en el candidato de izquierda o de derecha, sino en hasta dónde el pueblo colombiano les permitirá llegar.

Honestamente, David, me da miedo alentar a algún colombiano a votar por la izquierda, así como tampoco me atrevería a hablar a favor de la derecha. Entiendo que Petro viene a ser el favorito del sector izquierdista en el país, tocará analizar sus antecedentes, tocará blindar a los organismos que podrían frenarlo en el afán de imponer su ambición personal por encima del bienestar común. Yo pienso que, antes que un gobernante de izquierda, el pueblo necesita saber qué es ser de izquierda, cuáles son los objetivos de una izquierda verdadera; solo así podrá medir perfectamente el desempeño de sus dirigentes, solo así podrá proponer desde las bases modelos realmente justos.

Cuando Chávez propuso su modelo político, desde su candidatura me sedujo su disposición a entregarle al pueblo la soberanía que le pertenece. Pero no estuvimos preparados para tomar el poder cuando tuvimos la oportunidad y el desenlace fue bestial. Es cierto que la sociedad colombiana debe aprender mucho sobre lo que nos está sucediendo, debe poner sus barbas en remojo, sí, pero no puede perderse la oportunidad de un cambio verdadero y positivo por la amenaza de un fantasma.

Entonces, creo que el colombiano necesita tener una conciencia de izquierda, para poder forjar un país más justo a nivel social, para desarrollar estrategias económicas que no atenten en contra de bienestar común, sino que aporten al desarrollo de todos los sectores y todas las clases. La izquierda es una alternativa para el desarrollo, lo sigo sosteniendo. Pero debemos abandonar la costumbre de dejar las riendas de un país a una figura, a un partido político. Pienso que Colombia está a tiempo de trascender con un modelo que no imponga su voluntad, sino que se vea obligado a traducir en leyes y en práctica la voluntad de un pueblo consciente.

Desde esa perspectiva, ¿Es mejor alternativa el centro que la izquierda?

Desde esta perspectiva, y en coherencia con todo lo que digo desde el principio, incluyendo el asunto de que en Latinoamérica no hay una izquierda bien definida, porque no hay conciencia de tal, la mejor alternativa se encuentra estudiando los antecedentes de los partidos, el historial de los candidatos, la dinámica entre las colectividades opuestas, y capitalizando efectivamente el momento. Esto último es responsabilidad total de los pueblos. Pero en teoría sí, un centroizquierdista podría ser un buen paso.

¿Los inmigrantes venezolanos serían un peligro para la democracia colombiana puesto que presuntamente se estarían ‘cedulizando’ para votar por los candidatos de las Farc y así instaurar el Castro Chavismo en nuestro país?

Suenas a una verdadera derecha extrema e internacional. Los inmigrantes venezolanos no se están cedulizando. Se brindó la oportunidad de concederles un Permiso Especial de Permanencia a quienes entraron a Colombia antes del 2 de febrero. No pretendo ser más entendido en el tema que mis hermanos colombianos, pero soy uno de los beneficiados. Este carnet de Permiso Especial de Permanencia no me da la facultad de votar, me permite estar legalmente en el país durante dos años, para así disfrutar los beneficios de un trabajo con prestaciones, o de moverme por el interior del país sin cargar mi pasaporte encima.

También me permite ir a Venezuela y volver sin tener que sellar el pasaporte, siempre y cuando no permanezca más de noventa días fuera de Colombia. A mi manera de ver, fuera del tema de que es beneficioso, me parece una medida para poder tener control y un censo sobre la población de inmigrantes en Colombia. De igual forma me pareció una movida inteligente, le da moral a Colombia para apretar en los próximos meses las condiciones de entrada de inmigrantes, de manera que así pueda regular ciertos “deslices” que podrían estar afectando al país debido a la acogida a los venezolanos. Hablo desdoblado de mi condición de inmigrante y venezolano, pues en realidad lamentaría que a mis compatriotas se le dificultase el salto a Colombia para escapar de la crisis actual de Venezuela, pero entiendo también que nuestra crisis ha originado daños colaterales.

Así que olvídense del cuento, los venezolanos en primer lugar no podremos votar en estas elecciones con nuestro PEP, tampoco nos está cedulando la izquierda para asegurar un triunfo. Tengan algo por cierto, ningún venezolano votaría en estos momentos por alguna izquierda en el país donde ha sido acogido, pues llevan la herida tan reciente de la crisis.

Algún lector desprevenido que se acerca a esta entrevista podría pensar que en realidad usted no habla desde la sensatez que presupone la imparcialidad, sino desde el dolor de la herida que propicia el exilio

Entiendo que así puede ser, sin embargo, si yo hablara hoy desde la herida del exilio, me referiría a los ancianos que quedan en el país y que probablemente jamás conocerán a sus nietos. O de los padres que quizás no verán de nuevo a sus hijos. O de los jóvenes que atraviesan Colombia a pie, pidiendo colas, caminando largos e interminables kilómetros con la esperanza de llegar a Perú, Ecuador, Chile, Argentina, etc. Hablaría de cómo con diez mil pesos colombianos, desde acá, un venezolano puede enviarle a su familia el equivalente a un sueldo de un mes en Venezuela, y cómo con eso su familia apenas comería dos días.

Si hablara desde esta herida, les diría a los colombianos que ni se les ocurra mirar a la izquierda, pero sé que el problema no está en los bandos, así como sé que en nuestros países no hay una izquierda verdadera. Hay personajes, y debemos aprender a leerlos.

Por: David A Gaitán
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