Un Movimiento Ético y Espiritual por la Paz en Colombia

Por Milton Mejía*

El magistrado Eduardo Cifuentes, en su posesión como nuevo presidente la Jurisdicción Especial para la Paz-JEP, el pasado 4 de noviembre, convocó “a un movimiento ético y espiritual por la paz” e invitó “que lo renovemos todos los días, justamente para tener nación y derechos”. Antes de su juramento, el magistrado Cifuentes destacó que, en Colombia, «la paz corresponde a un anhelo de todas y de todos. Para alcanzarla, la JEP es indispensable. Es una justicia que exige verdad completa y aceptación de responsabilidad. Si esto no se logra respecto del conflicto que ha desgarrado a Colombia en los últimos 50 años, nuestro destino colectivo e individual será incierto e indigno».[1]

La convocatoria e invitación para que todos los días renovemos este movimiento que permita detener el conflicto que hemos vivido en Colombia parte de valorar e incluir la ética y la espiritualidad como esenciales para lograr una sociedad justa que desea vivir en paz. Creo que esta convocatoria responde a reconocer que tanto la ética como la espiritualidad guían nuestra forma de pensar, vivir, las relaciones con otros seres humanos y con la naturaleza. Por esto es importante siempre preguntarse ¿Cuál es la ética y espiritualidad que guían nuestra vida y relaciones?

Al respecto, Leonardo Boff señala que en Occidente se ha impuesto una ética que permite que todo se transforma en mercancía y estamos viviendo un tiempo donde “la economía especialmente la especulativa dicta los rumbos de la política y de la sociedad como un todo”. De acuerdo con esto “el ideal ético que se impone en nuestra sociedad es la capacidad de acumulación ilimitada y de consumo sin límites, que genera una gran división entre un pequeñísimo grupo que controla gran parte de la economía mundial y las mayorías excluidas y hundidas en el hambre y la miseria”. Este ideal genera violencia, barbarie y crueldad como pocas veces en la historia (Boff 2018).

Por su parte la espiritualidad tiene que ver con la búsqueda de sentido la cual es inherente a la condición humana y no necesariamente es exclusiva de las religiones (O´murchu 2014, 30 y 31). En Occidente se ha ubicado la espiritualidad solo en las religiones o con la secularización ha intentado anularla. En realidad, lo que ha sucedido es que Occidente ante esa búsqueda de sentido del ser humano ha impuesto un solo sentido el cual es el mismo que guía su ideal ético que señala Boff en el párrafo anterior. Por esta razón podemos decir que la espiritualidad Occidental ha sido cooptada por la economía que impone su sentido a los seres humanos el cual es la acumulación, y el crecimiento, el individualismo, la competencia y el consumo sin límites que genera división, exclusión, miseria y violencia entre los seres humanos y contra la naturaleza.

Esta relación entre ética y espiritualidad la denuncia la Confesión de Accra (2004) afirmando que “Se trata de un sistema mundial que defiende y protege los intereses de los poderosos. Nos afecta y atrapa a todos. Desde la óptica bíblica se entiende que tal sistema de acumulación de riquezas a costa de los pobres no es fiel a Dios y ocasiona sufrimientos evitables a las personas. Se denomina Mamón. Jesús nos dijo que no es posible servir a Dios y a Mamón (Lc 16:13)”. Por esta razón esta confesión rechaza la acumulación incontrolada de riquezas y el crecimiento sin límite que ha costado la vida de millones de personas y han destruido gran parte de la creación. Además, rechaza toda ideología o sistema económico que anteponga las ganancias a las personas, que no se preocupe por toda la creación y que privatice esos dones de Dios creados para todos.

El papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti (2020) comparte que no ignora “los avances positivos que se dieron en la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el bienestar, sobre todo en los países desarrollados. No obstante, «subrayamos que, junto a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a que se difunda una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación. […] Nacen focos de tensión y se acumulan armas y municiones, en una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión y el miedo al futuro y controlada por intereses económicos miopes” (29).

De acuerdo con esta perspectiva la convocatoria e invitación a un movimiento ético y espiritual por la paz que hace en nuevo presidente de la JEP tiene implicaciones profundas ya que permite pensar una alternativa a un sistema económico y político que vive y se sostiene por las diversas formas de violencia que estamos viviendo. Este sistema se materializa en Colombia en el conflicto armado y social que hemos sufrido en los últimos 50 años que ha permito a un grupo de personas mantenerse en el poder usando estas formas de violencia y miedo que el sistema económico y político les facilita.      

Ante esta realidad es necesario construir un nuevo sentido de vida y una guía para vivir relaciones sin violencia, de justicia y paz con otras personas y con la naturaleza. Tenemos que volver a fundar una ética y una espiritualidad que se enraíce en aquello que es específico a los humanos, que sea universal y pueda ser asumida por todos (Boff 2018). De acuerdo con esto será necesario que este nuevo sentido de la vida y guía incluya:

Rescatar una espiritualidad y ética de la justicia para todos. La justicia es el derecho mínimo que tributamos al otro para que pueda continuar existiendo y recibiendo lo que le toca como persona. Las instituciones deben ser justas y equitativas para evitar los privilegios y las exclusiones sociales que tantas víctimas producen, especialmente en un país con alta desiguales. En el contexto del conflicto armado y del acuerdo de paz en Colombia es importante la justicia transicional y restaurativa que permita conocer la verdad, trabajar en la reparación de las víctimas y en la reconciliación. La justicia no vale solo entre los humanos sino también con la naturaleza y con la Tierra, que son portadoras de derechos y por eso deben ser incluidas en nuestro concepto de democracia socio-ecológica.

Recuperar la espiritualidad y la ética de la reconciliación y el cuidado, que constituye el sustrato ontológico del ser humano. Esto incluye un conjunto de factores sin los cuales no podríamos vivir como seres humanos y otros seres vivos. Por pertenecer la reconciliación y el cuidado a la esencia de lo humano, todos pueden vivirlo y darle formas concretas, conforme a sus culturas, lo cual presupone construir relación amigable y amorosa entre los seres humanos, la mano extendida para la solidaridad y no de control para la dominación. De esta manera la reconciliación y el cuidado permiten superar el odio y la venganza haciendo posible la vida plena para todos los seres humanos.

Hacer un pacto social para vivir una espiritualidad y una ética de la no violencia que permita superar las diversas formas de violencias que sostienen el actual sistema económico y político que se ha impuesto en Occidente. Necesitamos una espiritualidad y una ética que rechace todas las violencias para avanzar en la transformación de los seres humanos y las relaciones sociales valorando la diversidad y la colaboración en la búsqueda de justicia y la reconciliación que permitan vivir en paz.   

El papa Francisco inicia el capítulo séptimo de la encíclica Fratello Tutti con palabras que parecen estar dirigidas al pueblo colombiano “En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia” (225). Y en una parte del siguiente párrafo agrega: “La realidad es que el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo. Es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza. Como dijeron los Obispos del Congo con respecto a un conflicto que se repite, los acuerdos de paz en los papeles nunca serán suficientes” (226).

Por esta razón considero que la convocatoria e invitación del Dr. Eduardo Cifuentes, al iniciar su presidencia de la JEP es pertinente y necesaria para superar un futuro incierto y mantener la esperanza que es posible la paz en Colombia. Las personas creyentes en Dios, las iglesias, los líderes de todas las religiones y quienes valoren la vida deberíamos manifestar apoyo y contribuir en la conformación de este movimiento ético y espiritual por la paz en Colombia.

*Pastor Iglesia Presbiteriana de Colombia y Vicerrector de Extensión de la Unireformada.

Referencias

[1] Él es Eduardo Cifuentes, quien se posesionó como nuevo presidente de la JEP. https://www.eltiempo.com/justicia/jep-colombia/jep-eduardo-cifuentes-el-nuevo-presidente-de-la-jurisdiccion-especial-para-la-paz-colombia-547021

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